La menta posee un olor intenso, fresco y estimulante y su uso es conocido desde la antigüedad en cocina y en farmacología, aunque no siempre gozó de buena fama, en Egipto se la consideraba una planta infernal y de carácter funerario por la creencia de que volvía estériles a las mujeres.
Origen: procede de Europa y suele crecer silvestre, de forma espontánea, en campos y caminos. También es muy habitual su presencia en jardines. Se cultiva artificialmente, por primera vez en el siglo XVII en Inglaterra.
Propiedades: sus efectos refrescantes, tonificantes, analgésicos y antiinflamatorios, hacen que sea ideal para lociones de masaje, piernas cansadas o para después del sol. Además tiene propiedades antisépticas y bactericidas que ayudan a luchar contra el acné y los cabellos grasos o con caspa y también para tratar problemas respiratorios. Es un componente ideal en pastas de dientes y enjuagues. Y, por supuesto, para la elaboración de jabones purificantes.
Combina con: eucalipto, madera de cedro, limón, lavanda, romero, benjuí, mirra, orégano, mejorana y árbol del té.
Cantidad recomendada: de 0,5 a 1% para cremas y lociones; 4% para jabones de proceso en frío y de 2 a 3% en jabones de glicerina.
Precauciones: no debe aplicarse puro directamente sobre la piel ni utilizarse en mujeres embarazadas o lactantes, tampoco en personas epilépticas. Almacenar en envases oscuros y en un lugar seco, fresco y protegido de la luz.
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